jueves, 28 de agosto de 2008

DOS HISTORIAS DE FANTASMAS



EL QUESO GRUYERE. En la calle de la Acordada se encontró un hoyo profundo, y se especuló que podría ser parte de un túnel, pero un perito del INAH, Elías Corrales García, comentó que solo se trataba de “una oquedad que se pudo haber abierto por derrame de agua, o que pudo haber sido un tiro de un pozo de agua. Hasta el momento se descarta que sea un túnel, pues se tienen que hacer las investigaciones necesarias para determinarlo”. Y luego, en una nota aparecida en El Sol de Zacatecas en días pasados, se dice que “Esta situación es la primera que se presenta en Jerez, aunque se sabe de un túnel en un edificio que ocupa una institución educativa, pero esto no quiere decir que el hallazgo pertenezca a ese túnel, hasta que no se hagan las investigaciones correspondientes, en lo que se refiere a arqueología urbana, pues primero se tiene que elaborar un proyecto para darle el seguimiento, pues en su defecto, lo correcto es sellar el lugar, sellando con una plancha de concreto, para evitar cualquier accidente”.

Bueno, yo muchas veces he dicho, que en las fincas antiguas se practicaban varios tipos de galerías subterráneas: la del venero del pozo, la del común, la de la despensa, y en algunos casos galerías que intercomunicaban algunas casas con otras. Pero ya el experto dio su opinión con lo que entendemos que Jerez está asentado en un terreno parecido a un queso gruyere (de esos con muchos agujeros). Y luego refieren que “esta situación es la primera que se presenta en Jerez” se nota claramente que desconocen lo que es la historia y la arqueología urbana de nuestra ciudad”. Hablan de “elaborar un proyecto para darle el seguimiento”. Y conociendo la burocracia del INAH, sé que no habrá nada de nada. Se sella el bujero y se concluye la historia. Testimonios de la existencia de túneles en Jerez, solo existirán en las fotos y videos oportunamente tomadas, ya que los dueños de las fincas han preferido sellarlos a permitir que cualquier chango ande luego excavando por debajo de su propiedad.

Don Alberto Márquez Pérez, gran amigo mío, me ha confiado todo su archivo, todos sus recuerdos, y ahora estoy bien entretenido revisando sus escritos, con la intención de hacer una remembranza de su fructífera vida. En esta ocasión comparto con ustedes dos relatos de él que aparecieron en la revista “PRIMAVERA” de hace 12 años. Que disfruten su lectura.

HECHOS MISTERIOSOS E INEXPLICABLES

Tenía yo 6 años, cuando vivía con mis padres y tres hermanitas, a mitad de la segunda cua­dra de la Calle Moctezuma; mi tío Cirilo y fa­milia ocupaban una casa, calle de por medio, frente a la nuestra, él era hermano de mi pa­dre; mi tío Jesús Pérez, tenía su hogar, al comenzar la última cuadra, pasando la calle del sol. Otro tío vivía, en el Callejón Angosto. Todos eran músicos.

Corría el año de 1924, cuando alguien contrató la Or­questa Típica, a la que pertenecían mis tíos y mi padre, Luis Márquez, para que fueran a trabajar "tocar", a las fiestas regionales de Juchipila, Zac. Dicha orquesta típi­ca la dirigía el Sr. Rosario Rodríguez, el popular "Chayo" de aquellos años. En esa época no había automóviles, ni carreteras y el viaje lo hicieron por travesía muy tranqui­lo, decidieron que sus familias vivieran unidas en su au­sencia, habitando una sola casa, que fue la de mi tío Jesús

La casa tenía zaguán y la sala, una puerta para la calle, todos dormíamos en la recámara que era muy am­plia. En la noche, para ir al corral pasábamos por un pa­sillo oscuro, había caballerizas, al fondo estaba el servi­cio, subiendo gradas de madera y atrás un corral de puercos.

En ese tiempo el alumbrado público era deficiente, había una plantita eléctrica por la calle Hidalgo que deja­ba de trabajar a las diez de la noche y en las calles había pocos focos. La mayoría de los habitantes de Jerez, nos aluzábamos en las noches con aparatos de bombilla, con mechas, que consumían petróleo. También con velas de parafina. Una noche fui al corral pasadas las once de la noche, me llevé una vela estaba un poco claro, había luna, al entrar se apagó la vela y distinguí un poco retira­da una sombra, como de mujer, yo creí que era una de mis tías por eso me tranquilicé, me salí, llegué a la recámara y me acosté a dor­mir.

Pasaron días y en varias noches íbamos dos o tres primos y yo, después de las once de la nocne pero nada veíamos. Una noche fui yo solo, llevaba la vela en la mano y cuando ya regresaba se apagó y distinguí la sombra o figura de mujer y le pregunté, que cual de mis tías era, pero su contestación fue que lanzó un alarido. Me salí del corral despavorido sin cerrar la puerta la vela la tiré y llegué llorando a los brazos de mi madre y le dije lo que me sucedió, mis tías estaban despiertas y después supe que todas escucharon el alarido. A partir del siguiente día, al oscurecer se cerraban con llave y tranca las puer­tas de la sala y recámara que se comunicaban con el patio y no se abrían hasta el siguiente día y en la noche todo el movimiento para afuera se hacía por la puerta de la sala, comunicada para la calle.

Lo terrible fue que desde esa vez se siguieron es­cuchando los lamentos pasada la media noche, por eso con más razón se cerraban las puertas para el patio.

Al volver los músicos a sus hogares la vida para to­dos tornó a la normalidad, lo raro del caso fue que la aparición y el llanto de la mujer ocurrió únicamente cuan­do las familias estaban reunidas, porque ya después no se volvieron a escuchar los lamentos, nadie vio más, nada anormal.

Diez meses más tarde, mis padres y nosotros, sus hijos, nos mudamos a la casa ubicada en la esquina de las calles San Luis y Dolores. En 1925 es recordado por los jerezanos de aquella época, como el año que llovió torrencialmente día y noche (el año del diluvio); durante muchos días la mayoría de las casas de adobe se vinieron abajo y las que no, se gotearon como si lloviera por dentro. En la que vivíamos no fue la excepción. Muchas familias encontraron refugio en el Teatro Hinojosa, les permitieron instalarse en los corredores y pórticos. En los tres portales de Jerez: Humboldt, Inguanzo y de las Palomas, varias personas dormían ahí, permaneciendo también de día. En nuestra casa, zaguán, sala, recámara y otras habitaciones pare­cían coladeras sólo una pieza recién construida se salvó de gotearse y ahí dormíamos y cocinaba mi madre en un bracero con carbón que ponía en la puerta; el piso de la sala estaba bajo del nivel de la banqueta, de la calle San Luis, 5 pulgadas o más y se llenaba de agua la sala.

Una noche que estaba hasta el borde, mi padre me dijo que fuéramos a echar el agua para la calle con cubetas, eso lo hacíamos seguido, en la tarde lo había­mos realizado; eran pasadas las 12 de la noche, a las diez habían apagado la luz eléctrica, mi padre colocó una vela en una mesita que estaba entre el agua, y abrió la puerta de la calle y empezamos a tirar agua para afuera con cubetas, como a los 20 minutos me dijo que continuara yo, que él iba a ver si no se goteaba la pieza don­de estaba mi madre y hermanas, se fue y yo seguí con mi tarea pero a pesar de que llovía, escuché un rumor y me quedé viendo para la calle Morelos y por la banqueta de la casa donde hoy es "El Grano de Oro" observé una mujer que caminaba con dirección a la esquina de la ca­lle de San Luis, tenía yo 7 años y creía que era una seño­ra que iba para algún lugar. La sombra o lo que fuera llegó a la esquina y lanzó un lastimero llanto yo me que­dé viendo para fuera la lluvia y a la mujer sin comprender que sería, creo que mi padre escuchó el llanto porque llegó corriendo y cerró la puerta, diciéndome que al día siguiente seguiríamos sacando el agua, yo le decía que en la esquina estaba una mujer pero no me contestó y nos fuimos para adentro. No comentó nada con mi ma­dre, ni después, nunco lo escuché mencionar algo.

El tiempo pasó, mi padre murió, yo me hice joven y a veces llegaba a media noche a la casa. Muchas veces volvía a ver esa silueta o sombra de mujer, que camina­ba para la esquina pero nunca se escuchó más el llanto. Mi madre y mis hermanas ya grandes también la llega­ron a ver cuando me tardaba y me esperaban a media noche tras un barandal que había, donde ahora está una cortina metálica. Esa silueta de mujer se desprendía siem­pre de la puerta de entrada de la casa de la Calle Morelos que es hoy propiedad del Sr. Gustavo Murillo.

SE ACABARON LAS VACACIONES. Ya el lunes comienzo a trabajar y ni modo… a darle… www.miguelberumen.blogspot.com es la página donde pueden releer todas las columnas que cada ocho días aparecen en “EL ALACRAN” .

1 comentario:

yhr dijo...

Repelente, afortunadamente y con mucho orgullo puedo decir que tengo descendencia Jerezana, donde tuve la oportunidad de visitar hace un ano, es una ciudad llena de misticismo y donde las leyendas abundan en cada rincón de la ciudad, tuve la fortuna de conocer los túneles del teatro Hinojosa, no me vengan que n existen túneles en mencionada ciudad, pero desafortunadamente así es la burocracia, su ciencia y papeleo, me encanto.